EL DELGADUCHO SE HIZO FUERTE . Ya
no queda nada del concejal delgaducho que se liaba y
enrollaba hasta hacer perder la paciencia a sus
propios correligionarios. Se ha convertido en un
parlamentario peligroso y hábil, capaz de rematar
con frialdad al que noquea.
El novato era conocido en el salón de
plenos por dos cosas: por ser hijo del vicepresidente de AP
José María Ruiz-Gallardón, y por lo prolijo y aburrido que
llegaba a resultar en sus trabajadas intervenciones
kilométricas. "Era un pesado", resume el senador del PSOE y
ex regidor Juan Barranco, por entonces primer teniente de
alcalde. "Pegado al reglamento siempre. Y dale, y dale, y
dale con el reglamento, y venga a hablar. Hasta Tierno, que
era amigo de su padre, se llevaba las manos a la cabeza
cuando le oía".
Una tarde, pasada la hora de comer,
Ruiz-Gallardón disertó casi cuarenta minutos sobre un asunto
intrascendente. Le iba a contestar el concejal de Personal
del PSOE, Javier Angelina, pero Barranco, harto, arrebató el
micrófono a su compañero, miró de reojo a Ruiz-Gallardón y
soltó:
-Como dijo san Lucas, crezca el niño en
bondad y sabiduría.
Y se levantó, dando por terminada la
sesión.
"En bondad no sé si ha crecido el niño",
se ríe ahora Barranco. "Pero en sabiduría, sí, y mucho. Ahí
está ¿no?".
En efecto. Ahí está: en estos 20 años,
Alberto Ruiz-Gallardón ha ganado peso, ha perdido volumen de
gafas, ha abandonado por el camino el aspecto de empollón de
libro y se ha convertido en un político original y
elaboradamente atípico, pero clave de la derecha en España.
Hasta sus más enconados enemigos, que se encuentran en el
PP, naturalmente, le reconocen un logro difícil: haber
ganado por goleada las últimas cuatro elecciones a las que
se ha presentado (dos a la Comunidad de Madrid, dos al
Ayuntamiento). Pero le acusan de poner su ambición personal,
que apunta a La Moncloa, por encima de cualquier cosa, de
cualquier persona y de cualquier cargo.
En agosto, Ruiz-Gallardón se postuló para acompañar a Rajoy
en un puesto destacado en la lista del Congreso de las
próximas elecciones de marzo. El alcalde asegura que
su intención es reforzar al candidato del PP a la
presidencia del Gobierno y de paso dar voz a los ciudadanos
de Madrid. La interpretación es la contraria desde muchos
sectores del PP. Están convencidos de que el gesto esconde
un movimiento táctico perfecto encaminado a situarse bien en
la lucha por el poder en el partido si Rajoy pierde las
elecciones. "Se pone cerca de Rajoy para, si éste se
estrella, darle el empujón final", resume un dirigente del
PP en Madrid. "Imaginemos que pierde Rajoy y que Rodrigo
Rato se retira, que es posible porque a lo mejor no le
apetece estar cuatro años en la oposición para jugársela en
2012. Entonces, sin Rato, habrá un congreso a cara de perro
entre los dos enemigos, entre los dos únicos candidatos
capaces de liderar el PP y convertirse en la cabeza visible
de cara a las elecciones de 2012: Esperanza Aguirre y
Ruiz-Gallardón. Y para eso es casi indispensable ser
diputado. Y de ahí el paso de Ruiz-Gallardón", añade otro
dirigente regional del PP, partidario de Esperanza Aguirre.
Por lo pronto, las declaraciones de
Ruiz-Gallardón (y sus interpretaciones) arrastraron al PP a
un estado de convulsión interno considerable. Para
liquidarlo, Rajoy se proclamó el pasado lunes candidato a
las elecciones en un acto algo esquizofrénico e impensable
meses atrás. El presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez
Zapatero, resumió así el episodio en una entrevista a este
periódico: "El PP es el primer partido en el que hay más
codazos por ir de número dos que de uno. Es insólito".
Rajoy cerró la crisis en falso, sin
revelar los nombres de sus acompañantes en las listas. Desde
entonces, Ruiz-Gallardón se ha limitado a acudir a sus actos
casi protocolarios de alcalde. Pero en el PP siguen mirando
de reojo a este político educado y culto, aparentemente
contradictorio, amante de la fórmula 1 y los aparatos
electrónicos, proclive a ponerse colorado, de riza forzada y
movimientos algo artificiales, que asegura amar tanto la
música como para abandonar su práctica cuando se dio cuenta
de que le gustaba más escucharla que interpretarla. No es
simpático a la primera, como Aguirre, ni se desenvuelve en
la calle con su soltura en el trato directo con la gente.
Algunos lo achacan a una suerte de soberbia. Sus
colaboradores lo atribuyen a una timidez innata imposible de
extirpar.
Lloró de alegría al inaugurar el último
túnel del enterramiento de la M-30. Y en medio de la campaña
electoral, fue capaz de despedirse, con una frialdad
absoluta y una sangre fría apabullante, de Miguel Sebastián,
candidato del PSOE al Ayuntamiento, después de que éste
mostrara en un debate televisado en directo la fotografía de
la abogada Monserrat Corulla, presuntamente relacionada con
la Operación Malaya marbellí, y le preguntara si mantenía
con ella alguna relación.
Nació en Madrid, en 1958. Pertenece a una
familia acomodada y culta. Su tío abuelo fue Isaac Albéniz.
Su abuelo, un periodista que cantó las excelencias guerreras
en África del general Franco; su padre, José María
Ruiz-Gallardón, un abogado y político monárquico
inteligentísimo que fue encarcelado por oponerse a la
dictadura y que acompañó a su amigo Manuel Fraga en la
formación de AP.
Estudió el Bachillerato en el colegio de
los padres jesuitas de Nuestra Señora del Recuerdo, en
Madrid. Allí coincidió con Nacho Cano, uno de los
integrantes del grupo musical Mecano. "Era algo mayor que
yo; se vio más con mi hermano José María. Por lo que
recuerdo, no era muy empollón, sí muy inteligente. Aunque
cuando más lo he tratado es ahora. Le considero amigo. Y en
este país, que es una pesadez, es alguien que intenta
equilibrar posturas. Y su amor por la música me consta".
En 1977, con 19 años, ingresó en AP de la
mano de su padre y de Manuel Fraga. Para entonces cursaba
derecho en el CEU. Hace el servicio militar, donde se
aficiona al paracaidismo. Se casa con Mar Utrera, hija de
un ministro falangista de Franco. Terminada la carrera,
saca el número dos de las oposiciones para fiscal. Ejerció
poco: en 1983 es elegido concejal de la oposición del
Ayuntamiento de Madrid. Allí conoce y comparte bancada con
su actual rival en el partido, Esperanza Aguirre,
también edil en la oposición.
José
María Álvarez del Manzano, ex alcalde de Madrid y
por entonces líder de AP en el Ayuntamiento, recuerda sobre
todo "sus enormes ganas y su disposición para trabajar". Un
compañero de filas le recuerda "incisivo y ya muy
ambicioso".
En septiembre de 1986, Fraga le nombra
secretario general del PP. Dos meses después muere su padre,
por entonces diputado de AP. Al velatorio acuden políticos
de todas las tendencias, atendidos por un Alberto
Ruiz-Gallardón hoy casi irreconocible, muy enflaquecido,
dentro de un traje que parecía quedarle enorme. Desde
entonces lleva una cadenita de plata prendida al cinturón,
que muere en el bolsillo izquierdo del pantalón y que le
sirve de llavero: la misma cadena que utilizaba su padre
para lo mismo llevada de la misma forma.
Con 28 años se presentó a las elecciones
autonómicas en Madrid. Perdió. Con 32 volvió a presentarse.
Volvió a perder. Con 36 gano, convirtiéndose en el
presidente de la Comunidad de Madrid. Centró su legislatura
en construir kilómetros de metro. Hizo 31. Prometió más para
su segundo mandato. Sobre todo en el sur de la región de
Madrid, el cinturón rojo, el caladero habitual de los votos
socialistas. Vuelve a ganar.
Ya no queda nada del concejal delgaducho
que se liaba y enrollaba en los plenos hasta hacer perder la
paciencia incluso a sus propios correligionarios. Se ha
convertido en un parlamentario peligroso y hábil, que no
perdona; en un enemigo difícil capaz de rematar con frialdad
al que noquea. En junio de 2000, en un sonado debate en la
Asamblea de Madrid, machacó a la portavoz socialista,
Cristina Almeida. Eran los tiempos de Tómbola, y
Almeida, que había salido en varios programas de televisión,
preguntó por "la degradación que se está produciendo en
Telemadrid". Ruiz-Gallardón recurrió a la ironía y no soltó
una presa fácil hasta que la deshizo: "Cuando usted, señora
Almeida, sale en televisión cantando Si yo tuviera una
escoba, ¿es eso televisión de calidad? ¿Son señas de
identidad de una televisión de calidad que vaya usted a
Crónicas marcianas con el padre Apeles? Y cuando va el
padre Apeles, ¿es telebasura?". Luego citó uno por uno los
programas a los que había acudido Almeida:
"Los comunes, Locos de atar, Humor cinco estrellas, Me lo
dijo Pérez, La sonrisa del pelícano...".
Las
tuneladoras roen la tierra excavando los túneles por donde
circulará el Metrosur a la misma velocidad que aumenta la
deuda de la Comunidad de Madrid. Esto se convertirá en una
de las características de su gestión: grandes obras en un
plazo meteórico, grandes deudas, institución exhausta.
Esto le criticará el equipo de Esperanza Aguirre, que le
sucederá en el Gobierno de la Comunidad de Madrid, y que se
quejó de encontrar la hucha vacía.
"Le viene de un problema de ideología. No
tiene ideología", asegura un alto dirigente regional del PP
en Madrid, partidario de Aguirre. "Yo soy liberal. Soy
partidario de no incrementar el gasto público. De no subir
los impuestos. Él es todo lo contrario. Su ideología es
según le da, tiene ocurrencias, ideas sobre esto y lo otro.
Su verdadera capacidad de gestión se tendría que ver en
momentos de crisis, con el viento de proa, con estrecheces
presupuestarias".
Ángel Pérez, de IU, es portavoz de IU en
el Ayuntamiento. Conoce bien a Ruiz-Gallardón porque
compitió con él en la Asamblea de Madrid durante ocho años.
"Sí que tiene ideología. Claro. Es de derechas. Y es capaz
de traducir esa ideología a política efectiva. Pertenece a
una derecha peligrosa porque no se le ve venir. Ha asumido
ciertos valores sociales que son valores sociales asumidos
ya por la derecha europea. Pero no cree en lo público porque
es muy amigo de privatizar empresas públicas, organismos
públicos. En una palabra: no cree en el Estado. Y cuando
digo que es peligroso es porque es listo y ha asumido que
sin el centro no puede ganar. No conviene menospreciarle".
Manolo
Cobo, primer teniente de alcalde y mano derecha de
Ruiz-Gallardón desde hace una década, asegura que el actual
alcalde de Madrid tiene en política unas cuantas ideas
inamovibles "como la idea de España, por ejemplo". "Pero en
el resto no es sectario ni dogmático. Él sostiene que la
izquierda se ha apropiado de unas banderas, como el
reequilibrio territorial, por ejemplo, que no le pertenecen.
Por eso nosotros, cuando gobernamos la región de Madrid,
intentamos dotar de inversiones determinadas zonas que lo
necesitaban. Y romper estereotipos siempre acarrea críticas
de personas que no tienen costumbre de mover nunca sus
posiciones. A principios de los noventa, Ruiz-Gallardón, que
entonces era senador, se opuso al servicio militar
obligatorio. Le dijeron de todo desde el PP. Años después,
un presidente del PP, José María Aznar, abolía el servicio
militar obligatorio".
En julio de 2002, el destino de
Ruiz-Gallardón da un vuelco por orden, precisamente, de José
María Aznar, que le designa como candidato a la alcaldía. No
le apetece mucho, pero acepta. A su vez, Esperanza Aguirre
será la candidata a sucederle en el gobierno regional. Le
apetece y acepta. Una vez en el Ayuntamiento, Ruiz-Gallardón
aplica la receta de gasto público y fuerte endeudamiento que
ya había empleado en la Comunidad. Se compromete, en cuatro
años, a soterrar más de 10 kilómetros de la autovía que
parte en dos la ciudad y la separa del río: la M-30. Durante
cuatro años, los madrileños soportan un estado permanente de
obras, el hecho de circular por la M-30 se convierte en un
martirio zigzagueante y cambiante cada semana; se suceden
los atascos, los mares de polvo, la sensación perenne de
vivir en una ciudad que parece siempre provisional...
Pero los túneles se terminan a tiempo.
Con la lengua fuera y la hucha vacía, pero se terminan.
Mientras tanto se ha ido larvando una
lucha sorda entre las dos cabezas visibles del PP en Madrid:
Esperanza Aguirre y Alberto Ruiz-Gallardón, que cada día se
detestan con más argumentos.
"Ruiz-Gallardón menospreció a Esperanza.
La veía como una mujer frívola que desembarcaba en Madrid
sin mucho futuro y no le dio importancia. Él estaba muy
cómodo sin hacer mucho caso al partido, porque el presidente
del PP en Madrid, Pío García Escudero, le dejaba hacer. Pero
a Esperanza no hay que despreciarla", asegura un antiguo
colaborador de Ruiz-Gallardón, ahora en el bando de Aguirre.
A principios de octubre de 2004, Aguirre
mueve ficha. Se postula como aspirante a presidir el PP en
Madrid. Ruiz-Gallardón reacciona y ordena a Manolo Cobo que
se presente a su vez. García Escudero, para evitar un
congreso suicida entre las filas del PP, fuerza una reunión
de la junta directiva regional de Madrid, compuesta por 300
vocales. "Empezaron a hablar vocales, concejales y
diputados, la inmensa mayoría contra Gallardón, y fue como
si se abriera el tapón y la gente se desahogara", recuerda
un dirigente del PP asistente a la reunión. "Le dijeron de
todo: que era desleal al partido, un arrogante; le
recordaron casi uno por uno los feos que había ido haciendo
en sus años de presidente regional o de alcalde... Fue un
poco una venganza, pero él se lo había buscado. Un ejemplo:
él iba a un pueblo y sonreía al alcalde, aunque fuera
socialista, y le alababa la gestión, y al portavoz del PP,
que estaba en la oposición, pues ni le dirigía la palabra, y
así en un pueblo, y en otro, y en otro. Y esos portavoces
estaban ahí esa noche y le devolvieron todos los desplantes
juntos esa noche. Ruiz-Gallardón se dio cuenta de que en un
congreso no tenía nada que hacer con Aguirre y ordenó a Cobo
retirarse", añade un líder regional del PP afín a la
presidenta regional. Aguirre había dado un paso adelante y
había ganado. Ya no había ningún motivo para menospreciarla.
Las elecciones municipales de mayo dejan
su partida particular en tablas. Los dos arrasan.Y ahora, el
que ha dado un paso adelante ha sido el alcalde. Siete meses
antes de las elecciones generales. "El momento no ha
resultado oportuno. Debió haber pactado con Rajoy, con el
que Ruiz-Gallardón tiene buena relación, lo de ir en las
listas de número dos o tres o cuatro antes de hablar",
sostiene un miembro del PP que se considera neutral.
"Lo único que quiere es ayudar", replica
Cobo. "En las encuestas no es el político más valorado entre
los simpatizantes del PP, pero es el más valorado, de entre
los líderes del PP, por el conjunto de los ciudadanos. Y se
trata de ganar unas elecciones. De sumar votos. Para Rajoy.
Lo inexplicable es que haya gente en contra de que se
presente", añade.
No es la primera vez que el alcalde se ve
en el ojo del huracán político, vapuleado por determinados
miembros de su partido; acusado de saltarse las reglas, de
ir a lo suyo y de puentear al líder en beneficio propio. La
diferencia es que ahora hay una fecha, una hipótesis
concreta y un enemigo con rostro y nombre. La fecha es
marzo, la condición es si Rajoy pierde y el enemigo es
Esperanza Aguirre, con la que deberá coincidir en infinidad
de actos protocolarios en Madrid y disimular su
enfrentamiento en sordina con sonrisitas de medio lado y
abrazos fugaces. En una futura batalla cara a cara,
Ruiz-Gallardón cuenta con el apoyo del andaluz Javier Arenas
y el gallego Alberto Núñez Feijoo, según fuentes del
partido. Aguirre, además de Madrid, domina el PP en
Castilla-La Mancha, Murcia, La Rioja y el País Vasco.
¿Y Aznar? "Aznar siempre ha visto a
Esperanza como su niña bonita", asegura un dirigente del PP
afín a la presidenta. Pero ahora, Ana Botella, su mujer, es
concejal en el Ayuntamiento de Madrid, desempeña la lucida
cartera de Medio Ambiente y se encarga del proyecto más
atractivo de la legislatura: vestir y adornar los kilómetros
ganados a la M-30 a base de túneles al lado del río. "Y eso
puede influir, claro que sí", añade este mismo dirigente.
En marzo del año que viene, Alberto
Ruiz-Gallardón tendrá 49 años. Faltan siete meses. Entonces
se sabrá si el paso adelante dado ahora descubre por
completo a este eterno candidato en la sombra.
Vigilar las
obras en moto
ALBERTO RUIZ-GALLARDÓN es
aficionado a las motos.Y muchos fines de semana
se relaja montando en moto. Lo de relajarse tal
vez suene exagerado. "Iba en moto a visitar las
obras de la M-30 y luego nos recordaba a cada
concejal correspondiente los fallos, las
imperfecciones, lo que había descubierto
mientras iba él solo por ahí", asegura el primer
teniente de alcalde y mano derecha del alcalde,
Manuel Cobo. "Es exigente, detallista; es de ese
tipo de personas a las que no les da igual una
cosa que otra en nada", añade.
"Marca las prioridades, y con
ésas trabaja. En la legislatura pasada, de lo
que se trataba era enterrar la M-30 a tiempo. Y
a eso estuvo dirigido el equipo. A veces puede
llegar a descuidar otros campos, pero creo que
marcar esas prioridades, a la larga resulta
beneficioso para la ciudad", explica un concejal
que trabajó con él durante la pasada
legislatura.
"Además", prosigue Cobo, "en
el Ayuntamiento hay mucha más presión que en la
Comunidad de Madrid. Siempre se acerca un vecino
cuando entras en la cafetería, o uno que te
reconoce por la calle, y se dirige al alcalde y
le explica que tal semáforo no funciona o que
tal calle está estropeada. Puedo asegurar que
Alberto Ruiz-Gallardón toma nota de todo, y
luego, de vuelta al despacho, llama al director
general de turno y le cuenta lo que le ha
denunciado el vecino", añade Cobo.
Otra persona que trabajó con
él en la Comunidad de Madrid asegura que es muy
exigente, pero que deja obrar. "Pide resultados,
pero no te marca constantemente", sostiene.
Eso sí: madruga mucho, y se
conecta a Internet para ver de madrugada las
ediciones digitales de los periódicos antes
incluso de que lleguen a los quioscos.
A diferencia de su
predecesor, José María Álvarez del Manzano,
aficionado a la zarzuela y al madrileñismo,
Ruiz-Gallardón huye como de la peste del
casticismo. En la última campaña electoral, por
ejemplo, Rafael Simancas y Miguel Sebastián,
candidatos socialistas a la Comunidad y al
Ayuntamiento, respectivamente, se pasearon por
la Pradera de San Isidro con gorrilla de chulapo
dejándose ver.
Esperanza Aguirre, candidata
del PP a la Comunidad de Madrid, fue más lejos
todavía: se plantó un traje de chulapa y con él
recorrió toda la feria con los brazos en jarras
y una sonrisa de oreja a oreja. En cambio,
Alberto Ruiz-Gallardón acudió muy temprano y
casi de tapadillo.
Otro ejemplo del cambio
operado en el Ayuntamiento: el anterior alcalde
se hacía acompañar en las inauguraciones de la
banda municipal y cada Navidad cantaba un
villancico desde un balcón de la plaza Mayor
acompañado de una cupletista.
Alberto Ruiz-Gallardón no ha
cantado jamás. Y en la inauguración del túnel
que cerraba el soterramiento de la M-30, el 9 de
mayo de este año, sonó La primavera, de
Antonio Vivaldi.
Volver
|