La indigestión de la crisis

"Espero que esta vez nadie dude de que es un atentado de ETA", le espeta José María Aznar a José Luis Rodríguez Zapatero. Son las 9.55 del 11 de marzo. Todavía no han pasado dos horas y media desde la explosión de diez artefactos en cuatro trenes de cercanías de Madrid. Ni siquiera se conoce la verdadera magnitud de la tragedia. En ese momento, la agencia Efe habla de 62 muertos, menos de un tercio de la cifra real.

El jefe del Gobierno no resiste la tentación de reprochar veladamente al secretario general del PSOE las declaraciones que, diez días atrás, hizo el presidente extremeño, Juan Carlos Rodríguez Ibarra. Éste afirmó que el uso electoral del terrorismo por parte del PP había llevado a muchos ciudadanos a dudar de que la Guardia Civil hubiera interceptado una furgoneta de ETA con 536 kilos de explosivos el 29 de febrero en Cañaveras (Cuenca).

Pero esta mañana Aznar no tiene motivo de queja. Zapatero ha sido, a las 8.42, en la Cadena COPE, el primer dirigente político en atribuir a ETA la masacre. El siguiente, a las 9.30, fue el lehendakari Ibarretxe, quien se expresó con una contundencia sin precedentes. "Los terroristas están escribiendo su final", dijo, dando por sentado que ETA era responsable.

Se dijo que Ibarretxe había sido inducido a error por el Gobierno central. Pero el ministro del Interior, Ángel Acebes, no habló con su homólogo vasco, Xabier Balza, hasta por la tarde. Aznar, en su comparecencia ante la comisión de investigación, quiso dejarlo claro: "El lehendakari no tuvo información de las investigaciones policiales porque es imposible. ¿Saben por qué? Porque la primera conclusión de las investigaciones se tuvo a partir del momento en que el ministro del Interior llegó a La Moncloa y lo transmitió a la reunión que yo presidía".

Acebes llegó a La Moncloa pasadas las 11.30. Pero a las 9.55 Aznar ya había comunicado a Zapatero su decisión de convocar, para el día siguiente, manifestaciones en toda España bajo el lema: "Con las víctimas, con la Constitución, por la derrota del terrorismo". La alusión a la Constitución planteaba problemas a ERC y PNV. Zapatero sugirió la conveniencia de reunir a las fuerzas democráticas y pactar una convocatoria unitaria. "El Gobierno va a convocar esa manifestación, el que no quiera que no vaya", le respondió Aznar. La decisión no tenía marcha atrás. A los diez minutos, la Moncloa difundió el lema de la manifestación.

Cuando llegó a la sede del PSOE, Zapatero llamó al candidato a presidente del PP, Mariano Rajoy. "He hablado con Aznar. Me ha informado de que el Gobierno convoca la manifestación, creo que deberíamos tener una reunión del Pacto [Antiterrorista] o de la Diputación Permanente [del Congreso]", le dijo Zapatero. "Bueno, ya sabes cómo es [Aznar]", le contestó Rajoy.

Aznar ya había diseñado la respuesta política a la matanza: reeditar las multitudinario movilizaciones ciudadanas que rodearon el secuestro y asesinato de Miguel Ángel Blanco y pusieron a ETA contra las cuerdas en julio de 1997. Y aún ni siquiera había escuchado al mal llamado Gabinete de Crisis.

Federico Trillo-Figueroa estaba aquella mañana en Alicante. Nada más conocer la noticia, regresó a Madrid para enterarse, a su llegada, de que no se contaba con él. Aznar no creía necesario convocar la Comisión Delegada para Situaciones de Crisis, de la que el ministro de Defensa era miembro nato. El órgano legalmente previsto para este tipo de emergencias no se reunirá hasta el 17 de marzo, tres días después de las elecciones. Será entonces cuando se apruebe un plan contra el terrorismo islamista con participación de las Fuerzas Armadas.

El presidente justificaría más tarde la no convocatoria del Gabinete de Crisis con el argumento de que "requería la presencia física continuada [en Moncloa] de ministros y altos cargos que debían dirigir la actuación sobre el terreno".

En realidad, la reunión no duró más de 40 minutos. Los convocados fueron los dos vicepresidentes, Rodrigo Rato y Javier Arenas, el ministro portavoz Eduardo Zaplana -que regresó esa mañana desde Valencia-, el secretario general de la Presidencia, Javier Zarzalejos, y el secretario de Estado de Comunicación, Alfredo Timermans, además de Acebes.

A las 11 de la mañana, todos están ya en el comedor de la residencia del presidente, salvo el ministro del Interior, que se encuentra en la sede de su departamento reunido con la presidenta regional, Esperanza Aguirre, y el alcalde de la capital, Alberto Ruiz-Gallardón organizando la atención a las víctimas y sus familias.

Acebes había acudido a primera hora a la estación de Atocha. La explosión controlada de una bolsa obliga a desalojar la zona y en el cercana sede del Ministerio de Agricultura hace sus primeras declaraciones, en las que no apunta autoría alguna.

Aznar sí que señala a ETA en presencia de los altos cargos que esperan en Moncloa al titular de Interior. Cuando por fin llega, les explica que, en opinión de los expertos de las Fuerzas de Seguridad del Estado, la banda terrorista vasca es responsable de la matanza. Eso es lo que Acebes dijo ante la comisión de investigación del Congreso, el 28 de julio.

Sin embargo, la reunión de mandos policiales no empezó hasta las 12. En la sala de crisis de la sede de la Secretaría de Estado para la Seguridad, presididos por su titular, Ignacio Astarloa, se reúnen los directores de la Policía y la Guardia Civil, Agustín Díaz de Mera y Santiago López Valdivielso, los subdirectores de ambos cuerpos, Pedro Díaz Pintado y Vicente Faustino Pellicer, y sus jefes de Información, Jesús de la Morena y José Manuel García Varela.

Varios asistentes definen la reunión como una "tormenta de cerebros". Sobre la mesa se ponen los pro y los contra de una supuesta autoría de ETA. Se evalúan los antecedentes, que serán esgrimidos hasta la saciedad por el Gobierno -el atentado frustrado de Chamartín de la Navidad de 2003 o el plan para colocar doce mochilas-bomba en Baqueira Beret-, pero también las diferencias -la falta de aviso o el carácter indiscriminado- y, sobre todo, el estupor ante la posibilidad de que una ETA supuestamente agónica haya sido capaz de introducir en Madrid al menos una decena de terroristas. "Si ha sido ETA ya podemos ir dimitiendo todos", afirma López Valdivielso.

Astarloa urge a Díaz Pintado para que aporte datos de la investigación y éste telefonea al comisario de Seguridad Ciudadana, Santiago Cuadro, de quien dependen los equipos de desactivación, para que le informe del tipo de explosivo. Cuadro le replica molesto que no hay que precipitarse, que las prisas llevan a errores, pero promete comunicarle cualquier indicio.

Hacia las 12.45, se produce la conversación del equívoco. Según Díaz Pintado, Cuadro le llama y le informa: "Es Titadyne con cordón detonante". Díaz Pintado le pregunta: "¿Seguro?", y éste contesta: "Seguro". La versión de Cuadro es muy distinta. "Lo único que transmito es que podría ser una dinamita reforzada con cordón detonante. Yo no dije seguro sí. Si dije seguro, fue seguro no".

Lo que los presentes ven es que Díaz Pintado se lo transmite a Astarloa como un hecho probado y que éste se aparta para telefonear al ministro. "Tranquilo, secretario. Al 99% que es ETA", le insiste el número dos de la policía.

La mención de la marca de dinamita utilizada por ETA desde 1999 zanja el debate. "El indicio objetivo fue Titadyne; si sólo es dinamita la afirmación categórica de ETA no se habría producido", dice el comisario De la Morena.

"Cuando se me pide valorar quién es el autor digo que no tengo ni idea, puesto que no tengo ningún elemento de juicio que me lleve a la más mínima conclusión. Y ese dato se aporta al saber que el explosivo era Titadyne", afirma el general Varela, que, se muestra escéptico sobre la autoría de ETA.

En el momento en que Astarloa habla con Acebes ya ha concluido la reunión del mal llamado Gabinete de Crisis, pero el ministro aún no ha comparecido ante los medios de comunicación. Cuando lo hace, a las 13.30 en La Moncloa, no menciona este dato. Pero el Gobierno lo filtra a las agencias, que lo atribuyen a "fuentes de la investigación".

Poco antes de que hable Acebes, Aznar telefonea a los directores de los principales diarios de Madrid y Barcelona. "Tenemos la seguridad de que ha sido ETA", le dice al director de EL PAÍS, Jesús Ceberio. "Para mí no hay ninguna duda de la autoría", le insiste al de El Mundo, Pedro J. Ramírez.

También los corresponsales extranjeros en Madrid reciben una llamada de La Moncloa. "Es ETA, que no os engañen", les dice una funcionaria de la Secretaría de Estado de Comunicación. Y esgrime tres razones: ETA tarda varios días en reivindicar sus acciones, el explosivo es el habitual de la banda, y ésta nunca avisa antes de sus atentados. Los dos últimos argumentos son falsos.

A las 17.29, el secretario de Estado de Asuntos Exteriores, Ramón Gil-Casares, hombre de confianza personal de Aznar, remite un telegrama a los embajadores de España en el extranjero en el que les insta a "aprovechar todas las ocasiones que se le presenten para confirmar la autoría de ETA". A las 18.30, el Consejo de Seguridad de la ONU aprueba la resolución 1530, que condena los atentados de Madrid y los atribuye expresamente a ETA, un hecho sin precedentespor el que España debió pedir luego excusas.

Acebes no sólo había asegurado que las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad "no tienen ninguna duda" de la responsabilidad de ETA, sino que había tachado de "absolutamente intolerable cualquier intoxicación que vaya dirigida por parte de miserables a desviar el objetivo y los responsables de esta tragedia". A las 10.30, el portavoz de la ilegalizada Batasuna, Arnaldo Otegi, había rechazado, incluso "como hipótesis", la autoría de ETA y había atribuido la matanza a "la resistencia árabe".

En su declaración institucional, leída a las 14.30, Aznar no citó a la organización vasca, pero afirmó que "este asesinato masivo no es la primera vez que se intenta". Cuando habla, acaba de salir de Alcalá de Henares (Madrid) hacia el complejo policial de Canillas la Renault Kangoo de la que un portero vio bajarse a tres embozados. A las 15.30, al registrarla, se descubren siete detonadores, una cinta con versículos coránicos y restos de dinamita.

A las cinco de la tarde, en una reunión en la sede de la Dirección General de la Policía, Cuadro le comunica a Díaz-Pintado que el explosivo utilizado en el atentado "es dinamita genéricamente", no Titadyne en particular, según la versión de este último. "¿Cualquier tipo de dinamita? ¡No me fastidies!", exclama el subdirector.

Los mandos policiales acuden a las 18.15 a la sede de Interior y se lo cuentan al ministro. Pero éste, en la rueda de prensa que da a las 20.20, no aclara el equívoco e insiste en que se han utilizado más de 100 kilos de explosivos "con un componente de dinamita que, como conocen, es de los habituales de ETA". Para justificar esta declaración, Acebes dirá en el Congreso: "No se [me] dice que no sea Titadyne. Lo que se [me] dice es que todavía no está confirmado que no sea Titadyne". Pero Díaz Pintado es rotundo: "¡Si el Titadyne está descartado desde que nos dicen que se han equivocado!"

A las 20.10, diez minutos antes de la intervención de Acebes, Aznar inicia su segunda ronda de llamadas a Zapatero y los directores de diarios para explicarles las novedades y evitar que se sobredimensionen ya que, según les dice, la cinta coránica es "una casete comercial, de las que se utilizan para aprender árabe, que puede comprarse en cualquier sitio".

"Acabo de dar instrucciones a las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad para que no descarten ninguna línea de investigación. [Pero] insisto, la prioridad es ETA", anuncia por su parte Acebes.

A las 21.30, Reuters informa de que las Brigadas Abu Hafs Al Masri han reivindicado los atentados de Madrid. El Centro Nacional de Inteligencia resta credibilidad a la reivindicación y recuerda que este grupo se atribuyó el apagón de Nueva York.

Al filo de la medianoche, Javier Zarzalejos y Alfredo Pérez Rubalcaba, interlocutores del Gobierno y el PSOE en el Pacto Antiterrorista, mantienen su segunda conversación tras el atentado. Pero el tono es muy diferente al del mediodía. "Esto apesta a Al Qaeda", le advierte Rubalcaba.

A las 2.40 horas del viernes se produce un hecho que acelera la investigación. En la comisaría de Vallecas, donde se almacenan objetos recogidos en la estación de El Pozo, se descubre un bolsa con una bomba. Su desactivación concluye a las 5.15 y a partir de ahí se inicia una carrera contrarreloj para seguir el rastro del teléfono, la tarjeta SIM y la dinamita Goma 2. Los detonadores coinciden con los siete de la furgoneta de Alcalá.

A las 11.30 de la mañana, Aznar comparece para dar cuenta de los acuerdos del Consejo de Ministros, pero no habla del hallazgo. Es Acebes quien, a las 18.15, trece horas después de la desactivación del artefacto, da cuenta. "No hay ningún motivo para que ETA no siga siendo la principal línea de investigación", asegura.

A las 18.30, un comunicante llama en nombre de ETA al diario Gara y a la televisión vasca ETB para desvincularse del atentado. La respuesta de Acebes es inmediata: "No nos lo creemos".

A las siete de la tarde, millones de españoles salen a la calle para repudiar el terrorismo. En Madrid es muy difícil hablar con el móvil, pero no por saturación, como pasó en Atocha tras el atentado, sino porque se han colocado perturbadores para evitar la activación de artefactos. Mientras los ciudadanos preguntan "¿Quién ha sido?", la cuestión para la policía es: "¿Cuánta dinamita les queda? ¿qué planean hacer con ella?".

Tras la manifestación, el director general de la Policía decide que la investigación pase de la Brigada Provincial a la Comisaría General de Información. A las 18 horas del día siguiente, un especialista en terrorismo islámico sustituye formalmente como instructor de las diligencias policiales al experto en ETA. El viernes la policía ha visitado ya la tienda de Alcorcón donde se vendieron las tarjetas utilizadas en el atentado.

A las 14.30 del sábado, jornada de reflexión, Acebes comparece ante la prensa e insiste en que "a ningún español le puede extrañar que la prioridad sea la banda terrorista que lleva atentando 30 años en España". Es decir, ETA.

Poco antes, el ministro se ha reunido con los mandos policiales. "En esa reunión se pone de manifiesto que va a haber detenciones, que hay marroquíes e hindúes [...], eso lleva ya a la teoría prioritaria del extremismo islamista", explica el general Varela.

Ante el Congreso, Acebes restó importancia a este dato y alegó que lo que le preocupaba en ese momento era la muerte de un simpatizante de Batasuna a manos de un policía por una discusión en Navarra. Pero el propio Aznar ha admitido que el ministro le llamó "al final de la mañana" para decirle que "por la tarde podría producirse alguna operación".

Las detenciones se efectúan entre las 15.15 y las 16.40. Acebes informa de ellas a las 20 horas. A partir de las seis, unas 5.000 personas, convocadas a través de mensajes de móviles, se concentran ante la sede central del PP de la calle Génova de Madrid al grito: "Antes de votar, queremos la verdad".

A las 21, Rajoy aparece en TVE para calificar de "gravemente antidemocráticas" las manifestaciones contra su partido.

Aunque el Gobierno presionó para impedirlo, según confesaría el director de Informativos Alfredo Urdaci, el portavoz socialista, Alfredo Pérez Rubalcaba, replica a Rajoy en TVE media hora después: "Los españoles merecen un Gobierno que no les mienta".

A las 23.30 fue el ministro Eduardo Zaplana quien comparecía desde una sala de la agencia Efe, decorada como si se tratara de La Moncloa, para negar que el Gobierno estuviese mintiendo.

A las 0.45, en plena jornada de elecciones, Acebes hace pública la existencia de un vídeo en el que un portavoz de Al Qaeda en Europa reivindica la matanza. Aunque el ministro expresa reservas sobre su autenticidad, la hipótesis de la autoría de ETA se ha esfumado ya por completo.

 (+) PUBLICADO EN EL PAÍS.13.03.05 

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