“No hay derechos humanos a la hora de cazar al tigre”
A principios de la década de los 80, Pedro J. Ramírez justificaba la guerra sucia contra ETA. Hablaba entonces de que no era “tiempo de andarse con remilgos” y abogaba por la “caza” del terrorista. “Para estos cómodos vigilantes de la doble moral sería bueno que la policía acabara por todos los medios con el terrorismo, pero sin que la sociedad se enterara demasiado de la sangre, el sudor y las lágrimas que cuesta defenderla”, pontificaba Ramírez en un editorial publicado el 20 de abril de 1982 en Diario 16, el periódico que dirigía entonces. También en artículos firmados con su nombre se expresaba en términos similares. El 23 de octubre de 1983, ya con Felipe González al frente del Gobierno, escribió que era un Ejecutivo de personas sensatas y moderadas, al mostrarse a favor de la guerra sucia contra ETA, aunque sin estar “dispuesto a admitir que existe”.
El general Enrique Rodríguez
Galindo recupera en su libro
Mi vida contra ETA, recién
publicado, algunos fragmentos de
editoriales de Diario 16
y artículos firmados por Ramírez
en los que sorprende la
enfervorizada defensa de este
periodista -que años más tarde
hizo bandera contra los GAL- del
llamado terrorismo de Estado.
“A Barrionuevo no habría que
cesarle por estar consintiendo
acciones irregulares en el sur
de Francia, sino por cosechar
tan pocos éxitos, a pesar de la
infinita buena voluntad con que
ejerce el cargo. ¿Existe alguna
fuerza política o social de
cierta relevancia dispuesta a
reclamar la cabeza de González
por esta circunstancia? Desde
luego que no”, sostenía el 23 de
octubre de 1983.
Acabar con ETA como sea
Desde principios de los
80, su periódico mantuvo una
línea editorial inequívoca en
este sentido: acabar con ETA de
la forma que sea. Diario 16
llegó a cuestionar
editorialmente los derechos
humanos de “las bestias” (por
los terroristas): “A las bestias
se las encierra tras los
barrotes más gruesos que existan
en la celda. Para ello, primero
se las caza mediante todo tipo
de tretas. Y si en la aventura
muere alguna, mala suerte (o
buena suerte). La muerte de ETA
es nuestra vida. No hay derechos
humanos a la hora de cazar el
tigre. Al tigre se le busca, se
le acecha, se le acosa, se le
coge y, si hace falta, se le
mata. Podrían caer cincuenta
etarras en combate y las manos
de España continuarán limpias de
sangre humana… A los policías
que disparen contra ellos se les
recibirá como a valientes…” (23
marzo de 1981)
"Campaña de
desratización"
Al día siguiente del
asesinato del teniente de
Infantería retirado Oswaldo José
Rodríguez Fernández, del
director de la empresa Moulinez,
José María Latiegui, y del
teniente coronel de la Guardia
Civil retirado Luis Cardos San
Juan, Diario 16
afirmaba: “La lucha contra ETA
debe planearse como una campaña
de ‘desratización’ aplicando una
serie de técnicas tan viejas
como la historia del mundo…” (15
de abril de 1981)
Un año después, el 20 de abril
de 1982, otro editorial de
Diario 16 justificaba sin
ambages el llamado terrorismo de
Estado y aseguraba que no era
“mancharse las manos, sino
limpiarlas de la sangre con que
estos bárbaros la salpican”.
Legitimidad moral del
Estado
En 1983, en otro
editorial pidió que se cerraran
filas “en torno a este buen
Gobierno que tenemos formado por
hombres competentes y
patriotas”. Pedro J. aseguró
entonces que “sus aciertos en la
lucha antiterrorista deben
recibir aplauso, y sus errores
comprensión”. También aseguró
que el Estado español tenía
“legitimidad moral para recurrir
a métodos irregulares” y
proclamó que sólo se podían
pedir responsabilidades
políticas de estas prácticas
fuera de la ley “por haber
fallado”.
Cambio de opinión
Lo asombroso en todo
este asunto es que en los años
90 Pedro J. Ramírez se dedicara
en cuerpo y alma a destapar la
trama de los GAL. Se deseo de
venganza hacia Felipe González,
a quien le culpó de su
destitución como director de
Diario 16, le llevó a crear
el llamado Sindicato del
Crimen junto a Luis María
Anson, Antonio Herrero, Pablo
Sebastián o Federico Jiménez
Losantos, entre otros conocidos
periodistas. Su papel fue clave
en al ascensión de la derecha y
la llegada de Aznar a La
Moncloa. Tal y como relata José
Amedo en su libro La
Conspiración, el último atentado
de los GAL, Aznar, Álvarez
Cascos, Garzón y Pedro J.
Ramírez organizaron todo un
montaje para acabar con el
Gobierno socialista.
El objetivo era otro
Y otro detalle
revelador de las verdaderas
intenciones de este grupo de
periodistas. Carlos Dávila,
también avaló en las páginas de
Diario 16 la guerra sucia.
“El GAL no existiría si ETA no
hubiera asesinado a más de
quinientos ciudadanos de toda
condición en España. Ni el
Batallón Vasco-Español, ni la
efímera ATE, ni ahora el GAL
pueden igualar el siniestro
balance de víctimas de ETA”,
señalaba el 12 de enero de 1984.
Más tarde lo único que le
preocupó tanto a él como sobre
todo a Pedro J. fue investigar a
los GAL. No reclamaron que se
investigara la guerra sucia de
anteriores Gobiernos, en tiempos
de UCD y con el Batallón
Vasco-Español y la ATE de
protagonistas. ¿A qué jugaba
Pedro J.? Claramente, su
objetivo era otro: liquidar al
Gobierno de González, al que
tanto animaba él para acabar con
ETA al margen de los derechos
humanos.