Rubalcaba y López están tratando de vender a pachas la piel de la serpiente antes de cazarla. El principal defecto del Lendakari en su último discurso ante el Parlamento vasco es que resulta irreal. Patxi López se situó en un escenario ficticio, el final del terrorismo, para hacer unas propuestas sobre acercamiento de presos terroristas al País Vaco y reconciliación que, mientras ETA exista, y existe, resultan contraproducentes para la propia desaparición de la banda terrorista.
Nada hay más peligroso que negar la amenaza. Y la verdad es que a fecha de hoy ETA no solo sigue existiendo, sino que no ha mostrado voluntad ninguna de disolverse. Más bien al contrario, los datos de los que disponemos indican que la banda terrorista estaría tratando recomponerse en Francia. ETA siempre ha utilizado sus treguas trampa y sus altos el fuego ficticio para intentar rearmarse y esta ocasión no estaría siendo una excepción. La vuelta de sus cómplices a los ayuntamientos del País Vasco, rompiendo el aislamiento político y social al que estaban sometidos los terroristas, puede facilitar además esa recomposición. Negar esta realidad, como ha hecho López, resulta tremendamente arriesgado.
Resulta difícil no encuadrar el discurso de López en un proceso en el que ETA y el Gobierno van dando pasos de forma concertada en aras de abrir un nuevo y definitivo proceso de negociación. Así, el pasado fin de semana el colectivo de presos emitía un comunicado adhiriéndose al Acuerdo de Guernica y unos días después el Lendakari les contesta con su propuesta de acercamiento de presos de forma pactada con Rubalcaba. Es previsible que ahora el Gobierno empiece a aplicar la anunciada nueva política de reagrupamiento de etarras.
Cada vez que ETA se encuentra acorralada por la eficaz acción de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado parece que los socialistas sucumben a la tentación de intentar precipitar ese final para poder así obtener réditos electorales. El problema es que los terroristas aprovechan cualquier resquicio para intentar saltar el cerco que amenaza con derrotarles definitivamente. Rubalcaba debería haber aprendido que el atajo de la negociación siempre termina en el precipicio de nuevos atentados.
El discurso de López, asumiendo la tesis de un conflicto entre facciones que en realidad nunca ha existido y apostando por una reconciliación con los verdugos, constituye una afrenta moral a las víctimas del terrorismo que resulta inaceptable. No es el momento de anunciar medidas de gracia para los asesinos, sino de lograr la derrota definitiva de los terroristas. Una victoria que solo vendrá de la acción de la justicia, la salvaguarda de la dignidad de las víctimas y el recuerdo imborrable de su memoria. Una paz con vencedores y vencidos.