La última vez que Rubalcaba compareció en la Comisión de Interior del Congreso le dije que parecía un político alérgico a la luz. El ya candidato del PSOE se mueve como pez en el agua en la oscuridad, en el subsuelo del Estado, en los contubernios de salón. Pero en cuanto asoma a la luz y tiene que enfrentarse al aire de la libertad, pierde todos sus poderes. Pierde siempre en los congresos de su partido, fracasó de forma rotunda en las primarias en Madrid y ahora ni siquiera se ha atrevido a enfrentarse a Carme Chacón para ser candidato. Ha conseguido en los despachos de Ferraz ser nominado, pero tengo la certeza de que su derrota en las urnas, a la luz de la democracia, será inapelable. No creo que hubiera mejor candidato al que pueda enfrentarse el Partido Popular.
El peligro de Rubalcaba es que nunca va de frente. A ser posible, deja que otros libren la batalla por él. En el caso Faisán, cuando la investigación policial apunta a sus responsabilidades políticas, él no contradice el informe policial, sino que ordena al director adjunto de la Policía que desacredite a sus autores. Cuando decide acabar con Zapatero, él no solicita el relevo, sino que manda a Pachi López a pedir un Congreso extraordinario. En la legalización de Bildu ha preferido que el Tribunal Constitucional realizase en trabajo de blanqueo de la marca política de ETA, mientras él se lava las manos como Pilatos. El problema es que en unas elecciones es tu cara la que está en el cartel electoral.
Es verdad que Rubalcaba es un artista del travestismo político. Hizo su carrera en el Gobierno de Felipe González. Se pasó después al bando de Bono, en la creencia de que sería el caballo ganador. Tras ser derrotados en el congreso socialista, se alió con el Zapatero triunfante, traicionando a toda la vieja guardia, hasta convertirse en número dos del Gobierno. Ahora pretende quitar de en medio a Zapatero para quedarse con todo el poder. Es muy posible que si pierde las elecciones le veamos acampado en la Puerta del Sol con el movimiento de los indignados, porque me temo que en este último salto al vacío ya no tiene otra red.
Muy desesperado tienen que estar los socialistas como para tener que volver al pasado y recuperar una de las figuras más siniestras de la política española como cartel electoral. Tendremos que soportar en los próximos meses muchas mentiras, infinidad de descalificaciones, juego sucio e incluso algún truco de este encantador de serpientes. Pero al final serán los españoles los que tendrán que optar entre la regeneración moral o la ausencia de principios, entre la vuelta a nuestro pasado más negro o una apuesta por el futuro, entre el valido de Zapatero o el cambio que hoy representa en España Mariano Rajoy. Y no tengo duda alguna sobre cual será su opción.