Correspondencia epistolar Cascos-Pedro J.
Sr. Director:
Al dejar la Secretaría General del Partido Popular quiero expresarte y dejar constancia de la profunda decepción personal que me produce el comportamiento del periódico que diriges, especialmente en los últimos tiempos.
Pocos podrán presentarte las pruebas que yo tengo de comportamiento responsable hacia tu persona, con ocasión de la campaña que sufriste para perjudicar tu carrera, sin hacerte ni una sola pregunta. Y he podido comprobar, una vez más, que ni siquiera la gratitud es capaz de matizar la avidez de notoriedad que te ciega para no ver las que sufren los demás, y para apuntarte a ellas.
Por no remontarnos más lejos, por ejemplo a este verano, el pasado día 20 de enero, el texto de mi intervención en Oviedo que te envié por la mañana, a petición tuya y de tu director adjunto, en exclusiva, embargado hasta las 9 h. 30' de la noche, estaba siendo divulgado insólitamente a media tarde por tu corresponsal en Asturias, Ana Gallego, entre medios de comunicación regionales. Incluso, el texto acabó en el despacho del presidente del Principado. Ayer mismo, Ana Gallego seguía ejerciendo de corresponsal de EL MUNDO desde Oviedo.
Y también ayer mismo, la viñeta de la primera página y del cuadernillo especial dedicado al Partido Popular era otro buen ejemplo del estilo de tu periódico. Lo de menos es que, como en la foto que publicaste el día que acudí a la Sala 2ª del Supremo, o como en otro cuaderno dominical de 1993 dedicado a identificarme con el dóberman descalificador, tu periódico se haya convertido en el ariete principal de una campaña felipista, esta vez en forma de Milú. Lo más triste es que vuestro entusiasmo por acuñar esa imagen llega al límite de manipular a Tintín, personaje entrañable a quien en sus aventuras siempre acababa salvando Milú, y que nunca hubiera sido capaz de la innoble conducta que le atribuís en la viñeta. Hergé no te hubiera perdonado la falsificación. Y yo, tampoco.
Tienes mi respeto profesional como director de EL MUNDO y también una deuda personal conmigo demasiado profunda para que se pueda solventar con decoro.
Atentamente.- Francisco Álvarez-Cascos. Madrid
Respuesta de PEDRO J.RAMÍREZ A CASCOS (31.1.99)
Querido Paco:
Aunque los casi diecinueve años que llevo dirigiendo periódicos me han enseñado lo complicadas que son siempre las relaciones entre políticos y periodistas, tu carta de hoy me ha causado una pena especial porque la considero ante todo injusta.
Es cierto que cuando hace año y medio se urdió y materializó el montaje destinado a desprestigiarme tú fuiste quien con más contundencia aludió a ello en el Parlamento, como parte de la campaña de desprestigio contra los jueces, políticos y periodistas que habíamos investigado la trama de los GAL. Lo que tu ahora presentas como acto de «responsabilidad» a nosotros nos pareció una muestra de coherencia por parte de quien, como tú, ha rendido importantes servicios a la democracia -así se subrayaba en nuestro editorial del sábado- al plantar cara, con todas las consecuencias, a la corrupción y el crimen de Estado.
También es verdad que adoptaste esa posición sin hacerme «ni una sola pregunta». Siempre he dado por hecho que ya entonces existían los suficientes elementos de juicio para saber a qué atenerse, pero estoy a tu completa disposición si, a pesar del tiempo transcurrido, aún hay algo relevante que te parezca oportuno preguntarme.
Entrando en la casuística de tu condensado memorial de agravios, me sorprende lo que dices de la corresponsal en Asturias. Es la primera noticia al respecto. He pedido a mis colaboradores que averigüen si es cierto lo que alegas y te tendré informado del resultado de nuestras pesquisas.
Puesto que después te remontas a un suplemento de hace más de cinco años, estoy seguro de que en la colección de EL MUNDO de todo este periodo encontrarás muchos más motivos de legítima satisfacción que de incomodidad o enfado. Y no como expresión de «gratitud», sino como ecuánime reflejo de tu decisiva contribución a la regeneración de la vida pública tras la situación-límite creada a mediados de los 90. Ahora bien, ninguna trayectoria es lineal, en toda labor humana hay siempre luces y sombras y, como bien sabes, el nuestro es un periódico extraordinariamente plural en el que caben todas las opiniones.
Supongo que no sugerirás en serio que he sido yo quien, ofuscado por «la avidez de notoriedad» que me «ciega», he ordenado, propuesto o siquiera insinuado a Gallego y Rey cuáles debían ser las caricaturas ni cuál el guión del dibujo humorístico que la sección política les encargó con motivo del Congreso del PP. Tal vez en los partidos políticos o incluso en la administración pública las cosas sucedan así, pero desde luego no en los periódicos, o al menos no en EL MUNDO. ¿Acaso debía haberles censurado?
Estoy seguro de que cuando pasen las emociones de estos días, tú mismo encontrarás exagerada y pintoresca la imputación de que este periódico se ha «convertido en el ariete principal de una campaña felipista -hasta ahora nos habían dicho de todo menos eso-, esta vez en forma de Milú».
Tengo que reconocer que el que alguien tan curtido como tú se sienta ofendido por la broma de unos humoristas no deja de ser una muestra de humanidad que prueba que bajo la más dura piel de rinoceronte puede latir un corazón sensible. Pero, a la recíproca, tú debes admitir, querido Paco, que quejarse a estas alturas de lo que unos malvados pintamonos le hagan a un perrito con tu efigie, erosiona gratuitamente tu brillante leyenda de ogro acorazado.
En lo que cualquier tintinólogo de pro te dará toda la razón es en que Milú «siempre acaba salvando» a su amo. De ahí que, apurando la comparación, tenga tanta lógica que el presidente Aznar subraye públicamente -como lo hizo la semana pasada en EL MUNDO- lo inestimable que le resulta el tenerte entre sus más directos colaboradores.
Deja que sea Hergé quien, efectivamente, les arregle las cuentas a estos malandrines de Gallego y Rey en el Parnaso de dibujantes e ilustradores. Como bien sabes, El cetro de Otokar, por ellos parodiada como El centro de Aznar, no es sino una más de las múltiples aventuras de sus personajes. Aquí queda aún mucha historia que contar y muchas historietas por dibujar. Tal vez la próxima sea Tintín en el lago de los tiburones y tú puedas desempeñar un papel que te haga más justicia.
Aunque la condición de deudor que me atribuyes no deja de abrumarme, EL MUNDO será el primero en subrayarlo.
Y no por una cuestión de «decoro», sino como fruto de la imparcial valoración de cuanto estás significando en estos años dentro de tu partido y de tu país. Afectuosamente.
Pedro J. Ramírez. Madrid
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