la malas suerte de IGNACIO GONZÁLEZ 

POR MANOLO RICO


Ignacio González, modelo de político español honrado, es una persona con muy mala suerte. Creo que el asunto merece una explicación.

Es lógico que una persona con sus altas responsabilidades tenga la necesidad de descansar en algún momento. Y un ático en Estepona es una opción sensata. Cierto que tiene 500 metros repartidos en dos plantas, ¿y qué, acaso sólo tienen derecho a disfrutar de viviendas amplias los desarrapados de Amanecer Dorado? Centremos la cuestión en lo relevante:

1) Siendo cientos los ciudadanos normales que venden áticos en Estepona, nuestro político tiene la mala suerte de comprárselo a un testaferro profesional.

2) Siendo cientos los testaferros profesionales que operan en el mundo, nuestro político tiene la mala suerte de que sea un compañero de negocios de Enrique Cerezo, amigo del alma de nuestro político.

3) Siendo cientos los testaferros que utilizan su trabajo para ganar dinero, nuestro político tiene la mala suerte de dar con uno medio alelado, que le alquiló durante cuatro años el ático por 2.000 euros mensuales cuando sólo los gastos de comunidad le suponían 1.750.

¿Cabe mayor infortunio? ¿Cómo tienen que situarse los astros para que un político español honrado que busca una solución habitacional vaya a dar con un testaferro medio imbécil (perdónenme que me vaya calentando) que opera a pérdidas?

Luego está el tema de Telemadrid. Es sabido que nuestro político es un intelectual liberal. Siempre atento a denunciar los euros que despilfarran los andaluces en subsidios y los catalanes en embajadas, parecía que la historia le tenía reservada una plaza como gigante de la gestión pública (y privada, claro). Por eso no le tembló el pulso al asumir la responsabilidad última sobre la televisión autonómica. Y aquí vuelven a sumarse las desgracias:

1) Siendo miles los empresarios que trabajan en el reino de España, la mala suerte quiso que los gestores de Telemadrid firmasen contratos con Enrique Cerezo sabiendo que iban a ser ruinosos (para la tele, no para Enrique). Ya saben, Cerezo, el amigo del alma de nuestro político.

2) Siendo decenas los empresarios audiovisuales que se presentaron al concurso de frecuencias de TDT autonómica, la mala suerte quiso que sólo Enrique Cerezo recibiese un canal en cada demarcación, en un concurso organizado por lo demás con una pulcritud exquisita por nuestro político.

3) Siendo centenares las empresas que se dedican a gestionar publicidad, la mala suerte quiso que la dirección de Telemadrid eligiese a Boomerang, empresa de Enrique Cerezo. Vamos, que la televisión autonómica decidió que era buena idea que le gestionase la publicidad el único empresario que podía hacerle la competencia después de que nuestro político le hubiese adjudicado una cadena.

¿Cabe mayor infortunio? ¿Cómo tienen que situarse los astros para que la imagen de un político español honrado quede arruinada por unos zoquetes (perdónenme que me vaya calentando) que llevan a Telemadrid a la quiebra mientras favorecen con cientos de millones a un amigo del alma de nuestro político? ¿Acaso faltan en Madrid personas dispuestas a recibir un trato de favor? ¿No habrá sindicalistas, o perroflautas o catalanes dispuestos a enriquecerse gracias al dinero de Telemadrid?

No queda ahí la cosa. Esos mismos gestores de Telemadrid deciden poner a 861 trabajadores en la calle y no tienen mejor ocurrencia que encargarle un informe para justificar el ERE a Deloitte-Cuatrecasas, cuando resulta que en Cuatrecasas trabaja una cuñada de nuestro político. Siendo tan pocas las cuñadas que tiene y tantos los bufetes que justifican un ERE, ¿cómo es posible que los mencionados zoquetes escojan justo a Cuatrecasas? ¿Zoquetes he dicho? Creo que me quedo corto.

Qué decir del tema del espionaje. La desgracia empieza en el hecho mismo. Si hay un político en Madrid que jamás levantó la más mínima sospecha de corrupción, ese es Ignacio González González. ¿Por qué espiarle entonces? ¿No iría mejor España si pusieran detectives a los trabajadores que cobran el paro de forma fraudulenta? ¿O a los obreros que se declaran enfermos y luego se pasan el día en los bares? El caso es que nuestro político tuvo la mala suerte de que lo siguieran en unos viajes a Colombia y a Suráfrica, que la cosa ya suena rara, y nadie parece preocuparse de sus visitas a Colmenar de Oreja o a Navalcarnero. Pues bien, en relación con estos hechos también se confabuló la mala fortuna:

1) En vez de pagar los 8.000 euros del viaje a Suráfrica mediante una transferencia bancaria, abonó esa cantidad en metálico y ello provocó cierto escándalo entre la canallesca. Pero a ver, listillos, ¿quién no guarda 8.000 euros en metálico en casa por si de repente le surge un viaje a Suráfrica? Algún amargado de la vida habrá, no digo yo que no, pero la gente de bien siempre acumula calderilla para imprevistos.

2) En el viaje a Colombia, los acompañantes de nuestro político no tuvieron mejor idea que ponerse a hablar de bufetes panameños y movimientos de fondos opacos, en vez de charlar sobre bachatas y rones.

¿Cabe mayor infortunio? ¿Cómo tienen que situarse los astros para que un político español honrado tenga que dar explicaciones porque paga en metálico y viaja acompañado de unos cenutrios (perdónenme que me vaya calentando) que se ponen a charlar sobre paraísos fiscales?

Estoy seguro de que nadie que haya leído este relato verá a nuestro político con los mismos ojos. Es imposible no sentir simpatía hacia él. Ignacio González González es el infortunio personificado: se compra un ático y tropieza con un testaferro alelado; arruina una empresa pública y el único beneficiado es un amigo del alma; se va de viaje a Colombia y elige como compañeros de excursión a unos charlatanes que pontifican sobre paraísos fiscales.

Pero no todo iban a ser desgracias. Al fin, a nuestro político español honrado le ha sonreído la suerte. Un grupo de extrabajadores de Telemadrid se ha querellado contra él ante el Supremo por siete presuntos delitos. Ello le da una oportunidad de oro a nuestro político: puede presentarse ante el tribunal y explicar de dónde ha salido hasta el último céntimo acumulado desde que entró en política. Otros no podrían. Pero él, tan transparente, tan austero, seguro que no tiene ningún problema

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